Andrej Kiska
Presidente de la República (2014-2019)
El cuarto presidente de la República Eslovaca desde el acceso de este país centroeuropeo a la independencia nacional en 1993, Andrej Kiska, presenta un perfil radicalmente distinto al de sus predecesores. Se trata de un rico empresario sin ninguna experiencia política y ajeno a los partidos que desde unos años centra sus actividades en la filantropía social. Su victoria sobre el primer ministro –quien permanece en el puesto- Robert Fico en las elecciones del 15 y 29 de marzo de 2014 ha sido interpretada como un potente mensaje de aviso del electorado a la clase dirigente y al gobernante socialdemócrata en particular, quien sufre este revés tan sólo dos años después de regresar al poder recostado en mayoría absoluta.
Su imagen desenvuelta y jovial, y un discurso muy básico, basado en la crítica a los políticos profesionales por su tendencia a abstraerse de los problemas reales de la gente, en el rechazo a la corrupción y en la exhortación a recobrar la confianza de los ciudadanos en los poderes del Estado, han bastado a Kiska para conquistar un alto puesto institucional que el sistema parlamentario eslovaco relega a funciones mayormente representativas y de procedimiento. Sin embargo, el rol conferido al presidente en las relaciones internacionales y el derecho a veto suspensivo de las leyes aprobadas por el Parlamento son los resquicios por donde pueden colarse acciones de sabor político. El nuevo mandatario, en el cargo desde el 15 de junio, ha voceado la inquietud de Bratislava por la crisis armada en la vecina Ucrania, que podría tener repercusiones negativas por el flanco energético.
(Nota de edición: esta versión de la biografía fue publicada originalmente el 10/7/2014. Andrej Kiska declinó optar a la reelección y concluyó su mandato de cinco años el 15/6/2019, momento en que fue sucedido como presidente de Eslovaquia por Zuzana Caputová). |
1. Perfil de empresario y filántropo sin vínculos con la política
2. Triunfal candidato outsider en las elecciones presidenciales de 2014
1. Perfil de empresario y filántropo sin vínculos con la política
Hijo de maestros de escuela y oriundo de norte del país, sus estudios superiores transcurrieron en la Facultad de Ingeniería Eléctrica de la Universidad Eslovaca de Tecnología (STU) en Bratislava. En 1986 se sacó el título de ingeniero de microelectrónica y comenzó a trabajar en el departamento de diseños de Naftoprojekt, una compañía petroquímica de su ciudad natal, Poprad. Cuatro años después, aprovechando los aires de libertad traídos por la Revolución de Terciopelo, el joven decidió emigrar a Estados Unidos en busca de unas oportunidades laborales mejor remuneradas. Corría 1990 y en Checoslovaquia se abría paso el régimen democrático tras medio siglo de dictadura del Partido Comunista, el cual le había denegado a Kiska una solicitud de ingreso cuando tenía 19 años.
En Estados Unidos, donde al parecer tenía intenciones de afincarse, Kiska realizó trabajos variopintos de poca monta (tendero en gasolinera, obrero de la construcción) que le proporcionaron un humilde capital y un conocimiento de primera mano de las dinámicas del libre mercado. A finales de 1991 estuvo de vuelta en Eslovaquia con la determinación de abrirse camino en el mundo de los negocios, aunque al principio no le fue bien. Su primera aventura empresarial, una sociedad comercial de venta de joyas de importación, quebró al poco de constituirse. Kiska no se desanimó por este fracaso y apostó fuerte por los negocios en un sector, el de los servicios financieros, tan volátil como potencialmente lucrativo. Formando sociedad con su hermano, en 1996, tres años después de adquirir Eslovaquia la condición de Estado independiente por la disolución pactada de la federación checoslovaca, creó tres firmas, Tatracredit, Triangel y Quatro, que llegaron a ser líderes del mercado nacional de la venta de bienes a plazos y que hicieron de él un hombre rico.
En 2005 Kiska coronó su brillante trayectoria empresarial con la venta de sus tres exitosas compañías al banco VUB, propiedad del grupo financiero italiano Intesa Sanpaolo. La operación de cesión de capital reportó más de 10 millones de euros y el beneficiario decidió que había llegado el momento de dar un giro solidario a su vida: en lo sucesivo, se dedicaría a las obras de caridad y a la filantropía. En 2006 donó un millón de euros para la puesta en marcha de Dobry Anjel (Ángel Bueno), una ONG especializada en ayudar a familias sin recursos con hijos afectados por enfermedades graves, como cáncer, distrofia muscular o síndrome de Down. Las actividades de Dobry Anjel reportaron reconocimiento social a Kiska, quien fue premiado por su labor.
2. Triunfal candidato outsider en las elecciones presidenciales de 2014
En 2012, previo sondeo de sus posibilidades a la red de familiares, colaboradores y simpatizantes implicados en su ONG, Kiska anunció su decisión de presentarse como candidato independiente, de cualquier partido pero también en el terreno financiero, pues no dependía de nadie para sufragar su campaña, a las elecciones a presidente de la República que tocaban en 2014. A las mismas no concurriría el actual titular, Ivan Gasparovic, quien servía su segundo y definitivo mandato de cinco años. En los meses siguientes, el filántropo fue exponiendo las razones por las que ambicionaba sentarse en la jefatura del Estado, un puesto fundamentalmente representativo aunque no meramente protocolario y ceremonial, pues entre sus atribuciones estaban las de nombrar al primer ministro después de las elecciones legislativas (se suponía que con arreglo al resultado de las mismas), designar a los jueces el Tribunal Constitucional y la capacidad de mandar de vuelta, para su revisión por los diputados, las leyes aprobadas por el Consejo Nacional, veto suspensivo que en ninguna circunstancia podía impedir la promulgación de una norma.
Los mensajes que lanzaba Kiska ya se habían escuchado infinidad de veces aquí y en otros países del entorno: que los políticos profesionales tendían a no cumplir sus promesas electorales y a olvidarse de las necesidades reales de la gente, que eran permeables a la corrupción y que no servían a los ciudadanos con un gobierno eficiente, todo lo cual dañaba la confianza de la gente en el Estado y en el sistema político en general. Tras registrar su candidatura avalada, como requería la ley, por un mínimo de 15.000 firmas, Kiska encaró una competición abigarrada en la que participaban 14 aspirantes.
Cuatro de sus contrincantes eran rostros muy conocidos de la política nacional, con amplia experiencia en lides partidistas y parlamentarias: el democristiano Milan Knazko, uno de los líderes de la Revolución de Terciopelo de 1989 así como ex ministro de Exteriores y de Cultura; el conservador Pavol Hrusovsky, dos veces presidente del Consejo Nacional y durante una década líder del Movimiento Cristianodemócrata (KDH); su correligionario Ján Carnogursky, quien fuera por poco tiempo primer ministro antes de la independencia y con posterioridad a la misma ministro de Justicia; y el mismísimo primer ministro en ejercicio, el socialdemócrata Robert Fico, aupado al puesto, ya ocupado por primera vez en 2006-2010, tras las comicios de marzo de 2012, que habían otorgado a formación, Smer, la mayoría absoluta.
Durante la campaña de las presidenciales, reñida y con tonos estridentes, Kiska hizo frente al reproche habitual de no tener la menor experiencia política o de servicio de Estado, y de ofrecer un discurso vacío, que sólo podía subsanar con personalismo y con actos públicos de caridad, como una comida que brindó a ancianos en situación de penuria y a personas sin hogar, los cuales eran fácilmente interpretables como gestos populistas. Sus adversarios, Fico en particular, le pusieron también de usurero, por haberse lucrado en su etapa de empresario con las necesidades económicas de sus clientes faltos de liquidez. Incluso ahora, mientras conducía su ONG, subrayaban los detractores, seguía Kiska vinculado al negocio crediticio, ya que era accionista de TGI Money, una compañía de préstamos no bancaria que había sido multada de resultas de ciertas irregularidades.
El pugnaz primer ministro, buscando atraerse al electorado católico, insistió además en que Kiska era un colaborador activo de la Iglesia de la Cienciología, extremo que fue negado por el magnate, quien anunció acciones legales contra Fico por difamación. Otro aspecto criticado a Kiska fue su afirmación de que Eslovaquia debería reconocer la independencia de Kosovo, paso que el Gobierno de Bratislava se negaba a dar –y que en la Unión Europea tampoco habían adoptado España, Grecia, Rumanía y Chipre- por temor a que alentara las reivindicaciones prohúngaras de la minoría étnica magiar del sur del país.
Los últimos sondeos confirmaban que Fico encabezaría con holgura la primera vuelta electoral, aunque el fuerte progreso hecho por Kiska desde principios de año invitaba a mantener las cautelas. El 15 de marzo de 2014 acudió a votar el 43,4% del electorado, cuyo veredicto fue un jarro de agua fría para el primer ministro: Fico, en efecto, se ponía en cabeza, pero con una cuota de sufragios inesperadamente baja, el 28%, y junto con él pasaba a la segunda vuelta Kiska, destinatario del 24% de los votos. Lo que seguía en la tabla resultaba más inquietante para Fico, ya que los candidatos tercero (el abogado Radoslav Procházka) y cuarto (Knazko, a quien los eslovacos seguían reconociendo sobre todo por su faceta de actor) eran, como Kiska, independientes que concurrían sin el soporte de ningún partido. El postulante común del centro-derecha parlamentario (partidos KDH, SDKÚ-DS y Most-Híd), Hrusovsky, apenas alcanzó el 3% de los votos.
El mensaje del electorado, meridianamente claro para los analistas, era que prefería un presidente desligado de las actividades políticas. O lo que prácticamente era lo mismo, que no quería que la Presidencia, el Gobierno y el Consejo Nacional se aunaran bajo el mando del mismo partido, el Smer. Para mejorar aún más las expectativas de Kiska, todos los candidatos derrotados en la primera vuelta transmitieron su apoyo al antiguo empresario. En estas circunstancias, ya no causó sorpresa el desenlace electoral del 29 de marzo, decantado a favor de Kiska con un contundente 59,4% de los votos. El 15 de junio el millonario filántropo prestó juramento en el Consejo Nacional como el cuarto presidente de la República Eslovaca, con mandato hasta 2019.
En su discurso de toma de posesión, Kiska, en parte para compensar sus polémicos comentarios de campaña favorables al reconocimiento de Kosovo, expresó su preocupación por el conflicto armado instalado en la vecina Ucrania entre el Gobierno de Kíev y los separatistas prorrusos de las regiones del este. La grave situación de inseguridad en Ucrania y el choque entre las autoridades de Kíev y Moscú generaba viva inquietud en Eslovaquia, pues casi el 100% del consumo nacional de gas era surtido por Rusia, que hacía llegar el vital hidrocarburo por la red de gasoductos ucranianos. En caso de una nueva guerra del gas entre Ucrania y Rusia, países terceros que tenían sus espitas más al oeste y que carecían de reservas podían salir muy perjudicados. Eslovaquia tenía funestas experiencias como parte lesionada por esta pendencia ajena; en 2009, sin ir más lejos, la última guerra del gas había obligado al primer Gobierno Fico a declarar el estado de emergencia energética.
"Continuaré la tradición de mis predecesores, quienes, cada vez que surgían dudas o malentendidos por razones de política interna, siempre actuaron como firmes partidarios de la cooperación euro-atlántica", aseguró asimismo el flamante presidente en su alocución inaugural. Al día siguiente, como si los temores aventados por Bratislava generasen eco, la estatal rusa Gazprom anunciaba el corte del suministro de gas a Ucrania.
El presidente de Eslovaquia está casado en segundas nupcias y es padre de cuatro hijos.
(Cobertura informativa hasta 10/7/2014)